Rafael Sanzio, La Transfiguración (c.1519)
Perugino, La Transfiguración (c.1498)
Basílica de "La Transfiguración". Monte Tabor. Israel.
Interior de la Basílica de "La Transfiguración". Monte Tabor. Israel.
Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó a parte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías". Todavía estaban hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadle". Al oirlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y tocándoles les dijo: "Levantaos, no temáis". Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos" (Mt 17, 1-9).
El episodio de "La Transfiguración del Señor" pone de manifiesto cómo los apóstoles más cercanos a Jesús experimentan el gozo de la Gloria anticipada. El Maestro quiere que, antes de su Pasión y de las dificultades por las que van a atravesar sus discípulos, Pedro, Santiago y Juan vivan durante un corto espacio de tiempo lo que será la vida definitiva, plena y para siempre junto a Dios Glorificado, de modo que el recuerdo de esta experiencia trinitaria les anime cuando deban dar testimonio de su fe.
San Bernardo de Claraval, conocido como el "Doctor melifluo" -boca de miel- porque su predicación estaba llena de claridad y hermosura, señalaba en una de sus homilías:
«¿Por qué motivo subió Jesús al monte Tabor para ser Transfigurado sino para enseñarnos a elevarnos con la mente hacia esta gloria que será revelada en nosotros un día? Nuestro corazón, ese es el monte donde Cristo se transfigura. Subid y sabréis que el Señor ha exaltado a su Santo»