"Et lux in tenebris lucet" (Jn 1, 5)

"Et Lux in tenebris lucet" (Jn 1, 5)
ESTE BLOG, APOYÁNDOSE EN JESUCRISTO Y SUS VALORES, TIENE UNA FINALIDAD DE CARÁCTER EDUCATIVO, BUSCANDO, DESDE EL MENSAJE DEL EVANGELIO, CREAR EN LOS JÓVENES UNA CONCIENCIA CRÍTICA, BASADA EN LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD DESDE LA INTERIORIDAD, LA REFLEXIÓN, LA FRATERNIDAD Y LA LIBERTAD RESPONSABLE.

jueves, 6 de octubre de 2011

SAN BRUNO, EL SILENCIO HECHO ORACIÓN



Zurbarán, San Hugo en el refectorio (c. 1655)

San Bruno de Colonia, nacido en torno a 1030, estudió teología en Reims (Francia) y  fue canónigo en Colonia (Alemania), decantándose por una vida de ermitaño bajo la dirección de Roberto de Molesmes. Se retiró de la vida pública, optando por una vida de oración, silencio y austeridad, a un paraje agreste que le fue cedido por el obispo Hugo en las montañas de La Chartreuse, cerca de Grenoble (Francia), junto a seis compañeros. Fundó monasterios en Italia, muriendo en 1101 en la cartuja de La Torre en Calabria (Italia).
"Es necesario que vosotros, actuales seguidores de ese gran hombre de Dios, recojáis sus ejemplos, comprometiéndoos a poner en práctica su espíritu de amor a Dios en la soledad, en el silencio y en la oración, como quienes ʺesperan la vuelta de su señor para que, apenas llame, en seguida le abranʺ (Lc 12, 36).
Efectivamente, vosotros estáis llamados a vivir como con anticipación esa vida divina que san Pablo describe en la primera Carta a los Corintios, cuando observa: ʺAhora vemos en un espejo, confusamente. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo imperfecto, pero entonces conoceré como soy conocidoʺ (13,12).
2. El Fundador os invita a reflexionar sobre el sentido profundo de la vida contemplativa, a la que llama Dios en toda época de la historia a almas generosas. El espíritu de la Cartuja es para hombres fuertes; ya san Bruno advertía que el compromiso contemplativo estaba reservado a pocos (ʺlos hijos de la contemplación son menos numerosos que los de la acciónʺ (S. Bruno, Carta a Raúl, "Lettres des premiers Chartreuxʺ, Sources chrétiennes, París, 1962, pág. 70, 72). Pero estos pocos están llamados a formar una especie de ʺcentinela avanzadaʺ en la Iglesia. El trabajo lento y continuo sobre el carácter, la apertura a la gracia divina, la oración asidua, todo sirve para forjar en el cartujo un espíritu nuevo, templado en la soledad a fin de vivir para Dios en actitud de disponibilidad total. En la Cartuja se compromete uno a conseguir la plena superación de sí mismo y a cultivar los gérmenes de toda virtud, alimentándose copiosamente de los frutos celestes. Hay en todo esto un programa de vida interior, al que alude san Bruno cuando escribe: ʺAquí se adquiere aquel ojo limpio, cuya serena mirada hiere de amores al Esposo y cuya limpieza y puridad permite, ver a Dios. Aquí se vive un ocio activo, se reposa en una sosegada actividadʺ (ib, pág. 70).
El hombre contemplativo tiende constantemente hacia Dios y, con toda razón, puede expresar el anhelo del Salmista: ʺ¿Cuándo podré ir a ver la faz de Dios?ʺ (Sal. 41, 5;).  Ve el mundo y sus realidades de modo muy diverso de quien vive en él: la ʺquiesʺ sólo se busca en Dios y san Bruno invita repetidas veces a sus discípulos a huir de ʺlas molestias y miseriasʺ de este mundo y a trasladarse ʺdel tempestuoso mar de este mundo para entrar en el reposo tranquilo y seguro del puertoʺ, (ib. pág. 74). En la paz y en el silencio del monasterio se encuentra la alegría de alabar a Dios, de vivir en Él, de Él y para Él. San Bruno, que vivió en este monasterio cerca de diez años, escribiendo a sus hermanos de la comunidad de Chartreuse, abre su corazón desbordante de alegría y sin retórica alguna los impulsa a gozar de su estado contemplativo: ʺAlegraos, mis hermanos carísimos ‐escribe‐ por vuestra feliz suerte y por las abundantes gracias que la mano del Señor ha derramado sobre vosotros. Alegraos de haber escapado de los muchos peligros y naufragios del tempestuoso mar del siglo. Alegraos de haber alcanzado el reposo tranquilo y seguro del más resguardado puerto". (ib. p. 82).
3. Sin embargo, esta específica y heroica vocación vuestra no os sitúa al margen de la Iglesia; más bien os coloca en el corazón mismo de ella. Vuestra presencia es una llamada constante a la oración, que es el presupuesto de todo auténtico apostolado. Como tuve oportunidad de escribiros, el ʺsacrificio de alabanza cuenta con vuestra fervorosa y plena ejercitación, pues que día y noche ʹperseveráis en las divinas centinelasʹ (cf. S. Bruno)ʺ.
Dad con la vida testimonio de vuestro amor a Dios. El mundo os mira y, acaso inconscientemente, espera mucho de vuestra vida contemplativa. Continuad poniendo ante sus ojos la ʺprovocaciónʺ de un modo de vivir que, aun cuando esté amasado de sufrimientos, soledad y silencio, hace desbordar en vosotros la fuente de una alegría siempre nueva. ¿Acaso no escribió vuestro Fundador: ʺcuánta utilidad y gozo divino traen consigo la soledad y el silencio del desierto a quien lo ama, sólo lo conocen quienes lo han experimentadoʺ? (ib. p.70). Que ésta es también vuestra experiencia, se puede deducir del entusiasmo con que perseveráis en el camino emprendido. En vuestros rostros se ve cómo Dios da la paz y la alegría del Espíritu como merced a quien ha abandonado todo para vivir de Él y cantar eternamente sus alabanzas". (Pasaje de la alocución del Papa Juan Pablo II a los cartujos de la cartuja de Serra San Bruno, en Calabria, con motivo del noveno centenario de la fundación de la Orden. Octubre 1984)